La historia de una amistad que mucho tiene de música, de respeto y cariño.
Gilberto Santa Rosa, el ídolo amigo de Alain Daniel
Sabía que él estaba en Cuba y yo quería conocerlo, pero parecía imposible. Quien adivinaría que el pasado 18 de julio de 2018, llegaría la oportunidad justo en mi tierra, Güines, a solo una cuadra de mi casa, en un emotivo encuentro que seguramente recordará mientras viva, con sede en la Casa de la Décima de Mayabeque.
Allí le conmovieron a puro repentismo, un pueblo entero le rindió cariño y hasta improvisó, junto a niños, jóvenes y consagrados decimistas.
Mi buen amigo Alain Daniel me ayudó a conocerle. Nunca olvidaré como el mismísimo Caballero de la Salsa, extendió sus manos hacia mí como si en ellas fuera el abrazo de todos los seres del mundo. La mirada dulce y paciente, la sonrisa siempre presente, y en mi bolso una grabadora ansiosa por, al menos, conquistar unas breves declaraciones.
Se desvanecieron como ceniza en el viento los deseos de una entrevista -no era la hora ni el momento-, pero les agradezco a Alain y a Gilberto Santa Rosa unos bonitos instantes que no olvidaré, aunque pase mucho tiempo.
Esa misma noche, esta periodista planeaba con Alain Daniel, una oportuna conversación que mucho tiene de amistad, de música, de respeto y cariño.
Los amigos son muy importantes en la vida de Alain Daniel. “Mi esposa siempre dice que yo vivo para ellos porque quiero a las personas de verdad”.
Cuenta que cursaba el quinto o sexto grado de escolaridad, cuando llegó a sus manos un casete -aún no había llegado el disco compacto a Cuba -, gracias a un amigo de su padre que era marinero. “No recuerdo si lo trajo de Panamá, solo sé que era la orquesta de Willie Rosario con dos cantantes muy buenos: Tony Vega y Gilbertico Santa Rosa.
“Tony es un gran intérprete –prosigue-, con quien tengo comunicación y lo respeto, pero Gilberto me marcó para siempre. Lo convertí rápidamente en mi referente, mi preferido. Poco tiempo después, hace su orquesta que triunfa rotundamente, y con la llegada del CD, uno de los primeros que tuve fue aquel del mega éxito recordado hasta nuestros días, de Gilberto en vivo en el Cannery Hall, de New York”.
Para Alain fue la confirmación de que no se había equivocado antes. “Ese era mi cantante, mi ídolo”, afirma convencido.
Desde entonces lo persiguió por “todas las vías posibles”. Durante 12 años le escribió cartas por correo tradicional a direcciones que le llegaban y que, supuestamente, eran de su casa. “Lo intenté todo, sin resultados”, precisa.
Una amiga que fue a vivir a Puerto Rico le devuelve la esperanza, bajo la promesa de hacerle llegar sus cartas mediante su padrastro, quien impartía clases de piano en una academia en San Juan.
“Fueron muchos intentos hasta que en los primeros años de los 2000, ya en la era del correo electrónico, la aparición de Facebook y de otras redes sociales como Twitter, logré comunicarme con Gilberto. Fue muy amable al responder sin conocerme, así fui cuadrando el primer encuentro”, rememora el intérprete de “Una canita al aire” para los lectores de Suenacubano.com.
“Hubo dos fallidos. En uno, llegué a Perú cuando ya se había marchado, y en otro, no pudo llegar a Panamá. En ese último conocí a Pedrito, su asistente por más de 20 años, alguien cercano a él a quien le conté la historia completa. Lo volví loco –confiesa entre risas-. Dos meses después, conocí a Gilberto Santa Rosa, mientras yo estaba de gira con el grupo cubano Bamboleo, y ya sabía por Pedrito que estaríamos en el mismo hotel.
“Lo esperé en el lobby hasta que llegó. Recuerdo la fecha exacta, fue el 5 de febrero de 2005”, recuenta Alain Daniel con la emoción en la piel.
Tener a su ídolo como amigo ha sido y es una bendición. “Nuestra amistad ha crecido y la comunicación, aumentado en estos años. Cada vez que hay oportunidad de juntarnos, arranco para donde sea como el primero”, asegura risueño.
“Gilberto valora mucho la amistad, y creo que supo ver desde el inicio que son reales mi cariño y respeto hacia él. Han pasado 13 años y medios desde que nos conocimos y jamás se interrumpió la comunicación entre nosotros, por el contrario, aumenta.
“Veo a sus hijos como sobrinos, a su esposa como cuñada y al él, como un todo: hermano, amigo, escuela, maestro, ejemplo, paradigma, admiración. La evolución de nuestra amistad es un valioso tesoro que cobra más valor cada año que pasa”.
Según Alain, en Gilberto se da una dualidad que no abunda. “Musicalmente, es el fuera de serie que conocemos, el más completo del género, el más afinado, alguien con una impresionante capacidad para la inspiración, la rima, la métrica y una coherencia en sus guías, que hace que responda muchas veces en rima, con mucho sentido, sin repetir una de ellas. Encima, haciendo movimientos melódicos de lujo. Tiene un timbre muy particular, potente cuando lo requiere y a la vez dulce”, describe del amigo boricua.
“Al cantar boleros, por ejemplo, hace que la gente se enamore y, como si fuera poco, su registro lo lleva a subir o bajar como el que más. Se pasea de asombrosa manera por pasajes muy difíciles, con la facilidad con que un niño juega con sus juguetes. No es tarea fácil definirlo como intérprete, es demasiado completo”, refiere.
“Personalmente, mientras más lo conozco, más me impresiona. Tiene don de gente y, entre sus muchas virtudes, está la de no haber perdido el piso jamás. He podido en estos años compartir con él en distintas ciudades, países y circunstancias -no siempre han sido conciertos-. He sido testigo de que para cada persona que se le acerca, tiene una sonrisa, no solo complace con la foto deseada por quien lo aborda, también conversa con la gente, sabe hacer que quienes lo admiran se sientan cercanos. En mi opinión, hay que aprender mucho de él”.
Como amigos han compartido momentos especiales y únicos. Resaltar algunos no es tarea fácil pero Alain Daniel se anima. “Podría contar varios, pero contaré esta anécdota porque, además de ser relativamente reciente, deja claro cómo es Gilberto.
“El año pasado fui a visitarlo a Puerto Rico, un sábado en la noche, luego de que él terminara una función en el teatro Tapia, junto a nuestro amigo Alexis Valdés.
“Salimos Gilbertico y Alexandra -su esposa-, Alexis, Claudia y yo, a dar una vuelta por El Viejo San Juan. Si en toda América y otros lugares del mundo es un ídolo, imagínense en su país, no logra dar un paso sin que vengan a darle cariño, es muy querido, un Dios allá.
“Nos anuncia que teníamos que pasar por un baile, pues tenía un compromiso con Choco, una cantante de la que no se conoce mucho en Cuba, pero que es muy exitosa. Ella celebraba esa noche aniversario de carrera artística y para allá fuimos.
“Llegamos y ya cantaba con su orquesta. El baile estaba lleno, por cierto, me encantó ver que en Puerto Rico la gente sigue bailando la salsa en pareja, lo que llamamos en Cuba bailar casino. Muchas personas bailaban y al verlo llegar, además de pedirle fotos, las mujeres lo invitaban a bailar y ¿qué creen que hizo? Bailar salsa con sus fanáticas, una canción con una, otra con la otra. Me quedé con la boca abierta, Gilberto es único”.
Muchas de esas experiencias vividas han tenido tiempo y lugar fuera de Cuba, pero este verano, Alain Daniel tuvo el privilegio de compartir con él en su propia tierra.
“En cada ciudad y país en los que he tenido la suerte de compartir con Gilberto Santa Rosa, la he pasado genial. Tiene un sentido del humor tremendo. Bromea y contagia con su alegría y su manera de ser, pero obviamente soñaba con hacerlo aquí en mi Cuba, y ese sueño también se me dio. Yo como su amigo, lo acompañé durante varios días y fue un honor.
“La amistad es como las plantas y las flores, hay que cultivarlas. Me encargaré siempre de ello. He conocido a varios de sus amigos de toda la vida y lo adoran; su esposa, sus hijos, su padre, sus hermanas, sus colegas, todos lo aman.
“Cuando alguien logra eso es porque se lo ganó. Aprendí hace mucho que nadie regala el respeto, la admiración y el cariño, solo se le profesa a quien lo merece. Ojalá y de aquí a muchos años, yo pueda contarme entre ellos”, culmina Alain Daniel.